La pérdida de un ser querido: Sensación de vacío y transformación

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El dolor del ser humano tras la pérdida de un ser querido, obedece a un orden material, lejos de la fuerza suprema de un orden celestial, que congrega a las almas de todo el universo.

Durante la sensación de vacío por el fallecimiento de un ser querido, pasamos por un popurrí de batallas internas que van del quiebre emocional por el rechazo a la pérdida hasta la aceptación. Pero tiene un trasfondo de crecimiento emocional y un desenlace físico-espiritual que acontece con el desprendimiento del alma hacia un camino de libertad lleno de amor eterno.

Recordemos que todos somos esencia espiritual y que fuimos elegidos para llegar al mundo en un momento especifico; con esto quiero decir, que llegamos a la vida en el momento que fue el exacto y perfecto para nosotros, para nuestra evolución, pues partimos de la perfección absoluta que es DIOS. Fuimos parte de esa luz creadora antes de pisar la Tierra y por ende volveremos a la misma luz.

Pero… ¿por qué sufrimos tanto cuando alguien muere? ¿Y por qué la muerte es algo tan abrumadora?

Sucede que cuando llegamos a este mundo, empezamos a experimentar un universo material, a nuestra alma se le asigna un cuerpo y vamos creciendo formando nuestro consciente, siguiendo patrones de vida, alimentándonos de creencias y experimentando sensaciones nuevas cada día, poco a poco vamos olvidando nuestro verdadero hogar, nuestra luz interior.

A la pérdida de un ser querido, nos enfocamos en el dolor interno y sufrimos en la aflicción pues hemos sido despojados de “alguien nuestro”. El dolor se hace más angustiante y profundo cuando esto es súbito y experimentamos esa sensación de vacío interno.

La muerte es algo tan oscuro como desconocido, pues se sufre una ruptura a lo cotidiano, a lo que para todos es “lo real”, pudiendo llegar a lo traumático o depresivo.

Nadie conoce el proceso, pues no existe forma de saber cómo lo experimenta el alma y no hay forma de que pueda narrar todo lo acontecido durante y después de su encuentro con Dios. (Bueno, en algunos pocos casos, sucede pero aquella es otra historia).

Cabe mencionar que cada ser humano lleva su duelo de manera propia y única, no existe un tiempo exacto para salir del hoyo,  pueden ser tres meses, seis meses, un año o más tiempo, cuando este tiempo se prolonga al punto de hacernos daño emocional o físico, es necesario pedir apoyo psicológico pero que vaya de la mano siempre con lo espiritual, que es Dios.

¿Cómo retomar la vida?

Ciertamente aquella persona no volverá, pero los que hemos quedado aquí tenemos una razón y un motivo importante. Absolutamente nadie llegó a este mundo para no ser nada, todos tenemos una misión de aprendizaje que vamos desarrollando poco a poco. Estos acontecimientos nos fortalecen en muchos aspectos y también nos permite aprender lecciones. Retomaremos nuestro ritmo de vida a su tiempo y podemos mejorarlo. Nuestros deseos de seguir adelante para bien no deben ser limitantes.

¿Qué hacer con el dolor?

La mejor forma de apaciguar el alma es la oración, cuando oras, conversas con Dios y también puedes orar por aquella persona que partió a una vida eterna. No cubras el dolor, transfórmalo en buenos recuerdos que te dan alegría de lo vivido con aquella persona.

Cosas pendientes

A veces nos quedamos con un nudo en la garganta, al no poder haber tenido la posibilidad de despedirnos o de decir cuánto amábamos o lo que sentíamos.

Escríbele una carta, escoge el color de lapicero que prefieras y escribe, no importa cuánto, sólo hazlo para esa persona especial.

En lo personal te digo que los sueños son también un canal de comunicación hermoso, pídele a Dios te conceda soñar con aquella persona.

Escuché decir, que la verdadera vida comienza cuando volvemos a la luz eterna.

No sientas angustia, con Dios y su Gloria no hay dolor, es una fuente de amor interminable, confía en que tu ser querido ha logrado volver a formar parte de aquella luz que ahora se refleja en tu corazón para llenar ese vacío con su protección.

Dios te bendiga.

Ave María y Adelante!

Escrito por: Flor Llanos

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